Todos en algún momento de
nuestras vidas hemos experimentado coincidencias o casualidades que, por ser aparentemente
improbables, nos han parecido casi mágicas, como si escondieran algún tipo de
mensaje revelador o incluso premonitorio.
Podemos atribuir estas
coincidencias a la simple casualidad azarosa, sin embargo, hay quienes abogan
por significados más trascendentes. El filósofo alemán Friedrich Schiller afirmaba
que “No existe la casualidad, y lo que
se nos presenta como azar surge de fuentes profundas”.
Por su parte, el psicólogo y
psiquiatra suizo Carl G. Jung acuñó el concepto de "sincronicidad"
para referirse a "la simultaneidad
de dos sucesos vinculados por el sentido pero de manera acausal". Es
decir, una conexión que no está basada en la relación causa/efecto ni, mucho
menos, en la mera coincidencia. Tanto Jung como el físico alemán W. E. Pauli coinciden en que “Existe en la naturaleza un
principio de vinculación no causal que se manifiesta a través de las
coincidencias significativas. Existe una estrecha relación entre
acontecimientos interiores y exteriores que vivimos. Relación ésta que no puede
ser explicada por principio de causa y efecto, pero sin embargo, tiene sentido
para el observador”.
En el mismo sentido, F. Engels
introduce el término de “azar objetivo”,
que posteriormente sería retomado por el escritor surrealista André Breton,
para referirse a la “casualidad”
como “forma de manifestación de la
necesidad”. En palabras de Breton, el azar sería “el encuentro de una causalidad externa y una finalidad interna”. El
azar objetivo designaría por tanto la confluencia inesperada entre lo que el
individuo desea y/o necesita y lo que el mundo le ofrece.
Son muchas las teorías y
opiniones que se han desarrollado al respecto de estas coincidencias aparentemente
mágicas. Jung llegó a la conclusión de que existe una estrecha conexión entre
la persona y su entorno, de tal forma que, en determinadas circunstancias,
ejerce una atracción que genera experiencias coincidentes, con un significado
específico y simbólico para la persona que lo vive.
Podemos conectar o no con estas
explicaciones pero, en cualquier caso, una actitud receptiva y dispuesta a
dejar que los acontecimientos fluyan siempre nos dejará la puerta abierta a que
la magia entre en nuestras vidas.
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